Los (imprescindibles) detalles

 


Mi madre pasa la mayor parte de su dia en su salón. Una habitación grande, con luz y árboles que se encaraman, a través de la fachada de su casa, desde la primavera hasta el otoño, hasta su ventana.

 

Justo enfrente de su sillón hay una mesa enorme de mármol en la que hay flores, algun jarrón de cerámica y desde tiempo inmemorial unos pequeños platos de Sargadelos. Los platos no tienen nada especial, sólo su orden, uno tras otro, construyendo una especie de diagonal que mi madre vigila y preserva ante las inciativas de las que pasamos por allí y les damos a los platos una ubicación o función que, según lo dispuesto por mi madre, no les es propia.

 

Las cosas tienen que ser como tienen que ser. Ni mejores ni peores, sólo a gusto del consumidor. Y esto es especialmente importante cuando hablamos de cuidados. El agua con la temperatura justa, la manta en su sitio y las cortinas. Y tambien las cremas y los peines y los innumerables objetos cotidianos que hacen que la vida de las personas que reciben cuidados, transcurra con seguridad, orden (el suyo) y control por su parte.

 

Hace falta mucho conocimiento, formación, recursos y sensibilidad, también, para conocer y respetar esa red invisible de detalles que definen el buen cuidado para cada persona que los necesita. 

 

Para que los pequeños detalles cobren la relevancia y el respeto que merecen para las personas hacen falta grandes acciones.

 

Las pequeñas cosas imprescindibles para las personas frágiles, solo serán posibles con grandes apuestas sociales, con el compromiso de la ciudadanía, con políticas de calado que tengan en cuenta el valor que tiene para alguien el orden de unos cuantos platos de Sargadelos en la mesa de un salón de una casa cualquiera. 

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