Un carruaje y un sillón



Os dejo este post de la compañera y amiga Carmen Galán, Directora del Centro de Servicios Sociales  La Fuencisla de Segovia. 

Muchas gracias Carmen por  tu aportación.  


Desde "la ventana de Pura" quiero compartir el relato que envié al concurso de microrelatos de otra ventana, la del programa de La Cadena Ser. Juan José Millás eligió como temática de esa semana el amor

 

Hilaria es tan pequeña que los pies no le llegan a los pedales de la silla de ruedas y balancea las piernas constantemente en el aire como alguien en  un columpio.

 

 Aparece todas las mañanas como una princesa montada en su carruaje. La princesa de un reino lejano donde no existen las enfermedades degenerativas, ni los vendajes compresivos, ni las sondas nasogátricas, ni las bolsas de orina.

 

Cada mañana le ayudo a sentarse en un sillón de oficina antiguo, que no recuerdo cómo llegó al gimnasio, y todos los días le digo: “Hilaria, pero que guapa vienes hoy” y ella entorna los ojos, se estira la falda con dos dedos de cada mano e inclina la cabeza en un gesto que quiere decir que ya lo sabe. 

Y a mí el corazón se me mueve tanto que algunas veces se me cae al suelo.

 


Han pasado dos décadas desde entonces. Hilaria hace años que no está con nosotros. El gimnasio se convirtió en un aula de formación, el sillón de oficina se llevó al punto limpio y yo trabajo en gestión en la misma residencia de personas mayores.

 

El concurso de microrelatos de la ventana se mantiene desde entonces, pero el trabajo relacionado con el cuidado ha experimentado un cambio que casi es una revolución y que está mejorando la vida de muchas personas, personas concretas con nombres y apellidos. 

Sin embargo, en medio de este cambio, creo que es necesario recordar de dónde venimos, no perder la perspectiva histórica y comprender la evolución. No podemos entender esto sin aquello. También creo que necesitamos reconciliarnos con nuestro pasado. 

Probablemente hubo que recorrer ese camino para comprender el significado que para Hilaria tenía saludarnos cada día desde su carruaje.  

Nunca gané el concurso de relatos, claro. Ni siquiera la edición de esa semana.

Desde esta otra ventana abrazo el recuerdo de Hilaria y doy las gracias a Pura. El camino continúa.



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