Las máquinas y yo



 



No me gustan las máquinas, nada, y además no se me dan bien. Una cosa lleva a la otra. Suelo huir como alma que lleva el diablo de cualquier nuevo dispositivo que por diversas razones, casi siempre de carácter utilitario, pretenda hacerse un hueco en mi rutina cotidiana.


La cosa viene de lejos, si hay una persona que pueda ayudar en algo siempre la he elegido en vez de un ingenio mecánico más rápido y eficaz. Para pagar en una autopista o en un gasolinera, por ejemplo, mi opción siempre era la persona, antes que la máquina. Eso hasta que ha habido la opción de personas, claro.

Por no hablar de los navegadores. Los 350 metros que dice la voz monocorde del “tontón” a saber sí es la misma distancia que yo calculo “a ojo”, teniendo en cuenta las calles que voy atravesando… Menos mal que, en la mayoría de los casos, siempre hay alguien misericorde que mete la cabeza por la ventanilla y me da indicaciones que se ajustan a mi particular código de coordenadas espaciales.

Y qué me dicen de las conversaciones… Ahora, cuando alguien dice que ha hablado con otra persona, has de aclarar el medio a través del cúal “ha hablado” ¿whatshap?, ¿telegram? o ¿teléfono?…


Teniendo en cuenta este preámbulo, se podría pensar que me he quedado atrás y vivo en un entorno análogico, en el que las tecnologías no tienen cabida.


Nada más lejos de la realidad. Mi vida ha sido un continuo y sostenido esfuerzo de incorporación al mundo de los ingenios mecanicos y digitales gracias en buena medida, a la ayuda de colegas, amigas y parientes que no han cesado de animarme y de acompañarme en este continuo proceso de adaptación.

En este momento no podría vivir sin un ordenador, ni un teléfono móvil y sin otros pequeños ingenios que poco a poco se van colando en el entorno doméstico y profesional. 


Y esto no ha hecho más que empezar. Las tecnologías están aquí para quedarse y facilitarnos (en principio) la vida cotidiana; aunque hay personas y ocasiones para las que el apoyo de un ser humano es algo insustituible, como ha puesto de manifiesto Carlos San Juan con su campaña #SoymayorNoIdiota.


Hace un par de semanas cambiaron la caldera en casa. El operario una vez finalizada la instalación saco un grueso manual y mirando a mi marido le djo

 “Si le parece le cuento un poco las prestaciones de la instalación” 

Y ahí les deje, disfrutando, intercambiando dígitos y pantallas que se movian a una velocidad endiablada.  

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