La formación como relación.

 En mi vida profesional no he dejado de formar (o al menos intentarlo) a  audiencias diversas en relación con el envejecimiento. Y estoy hablando de un buen puñado de años.

Todavía conservo “transparencias” de textos en blanco y negro que con el tiempo adquirieron color, y que luego, a medida que la tecnología marcaba el paso, se transformaron en presentaciones con imágenes, en videos o en ejercicios interactivos.

Un itinerario, en el que el que implacablemente, la imagen ha ido ganando espacio a la palabra.

Tengo una amiga profesora que piensa que los buenos docentes acompañan, orientan, y guían para que los alumnos diseñen su propio itinerario educativo.

Me parece una buena recomendación a tener en cuenta para el propósito de este post.


Recuerdo clases con fracasos estrepitosos en los que mi empeño consistía en “meter en la cabeza” de mis pacientes alumnos conclusiones de estudios, informes o todo tipo de aprendizajes propios.


Me ha llevado algun tiempo entender que la mejor manera de acometer una determinada formación es entenderla como una relación en la que se trata de acercarse a los intereses, conocimientos y destrezas de las personas participantes. Y a partir de ahí de ofrecer o generar la expresión de ideas, experiencias, propuestas… que animen a la lectura, el conocimiento y la reflexión de todos, docentes incluidos. 

 Y para eso, se pude uno servir de todo lo disponiible:  textos, videos, noticias, tweets. En definitiva, todo aquello que ayude a a debatir, inspirar y despertar la curiosidad.


Podría decir que las formaciones de los que me encuentro más satisfecha son aquellas en las que se generan espacios participativos, de generación de ideas, de soluciones y también de preguntas por resolver.


Este aprendizaje creo que puede ser especialmente oportuno en estos días, en los que muchos compartimos la imperiosa necesidad de cambiar, de transformar visiones, actitudes en relación con la vejez, o con la forma de entender los cuidados. 


El cambio cultural que tan afanosamente perseguimos nos interpela a todos. 

También y de modo especial a los que formamos y a la forma en la que lo hacemos 

Recordemos que, al fin y al cabo, el cambio empieza por nosotros mismos.

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